sábado, abril 09, 2005

DoSSiEr CarLOs LópEz dZur *

la poesía de Carlos López Dzur





litertura pepiniana

Poesía pepiniana








Leyendas



La última fase




La crítica social de la era posmoderna huye de la política para refugiarse en la cultura, al igual que antes huyera de la economía a la política:
Robert Kurz






Nos llevarán a la pocilga
del subjetivismo cultural.
Dirán que somos ciegos sin sus báculos.
Untarán lodo a nuestros ojos
para que volvamos a mentir creyendo
en la gratitud fantasmagórica, su ideologema
(que son camaleones, llenos de mariposas
y peces de colores)...
Y, entre nosotros,
los más, no alzaremos la voz,
seremos como enfermos terminales,
posmodernos.

Ni en aras de contenido cualitativo
ni en aras de ser-en se producirá
un milagro en Siloé.

Los milagros no existen para la ciencia natural
ni para las seudotrincheras de la investigación,
ambas ya comisionadas por el capital.

Nos llevarán a que tropecemos
con la tumba como ciegos que somos.
Invitados a esos pasos del más allá,
nos echarán al fondo
de la última fase
de la degradación intelectual.







*

Para despertar a Leti




Drácula
Se vistió de negro, él y ella
con luto; se dejaron sus párpados azules.
Las voces fueron como callejuelas,
angostas bocas de lobo
donde ya ni se asoma lo único honesto
que pervivió de pronto, el colmillo guardado,
el beso del vampiro, odio furibundo
por las leyes del mercado, hostilidad
por la economía totalitaria y el economicismo,
depredatorio hic-et-nunc.




Se armó de la única subcultura
aún no agotada desde umbrías permisividades
de la Luna; no obstante, un Sol tiránico,
enemigo de los aquelarres, los espiaba
apertrechándose en gremios académicos,
en cooperativas, en laboratorios,
en instituciones tornadas en barbarie
por los grandes mercados, Wall Street
y bancos, telecadenas, superalmacenes
y mundarros de hampa globalizadora.
Desde el show de Cristina
y Don Francisco, desde la bañera de El Gordo
(sin la Flaca), desde radioemisiones
de payola y voz-letrinas, del folclor nacolín
y el narcomundo en rocolas y radio, musitados,
estuches de luxe de todo lo barato y frívolo,
los espías de las tinieblas amenazaron.




El y ella, por eso se escondieron
en lo negro unisex bajo las faldas,
exhaustos, sin otra teoría que la muerte
(del método y el discurso culturalista
sin reposo), sin razón, sin esperanza.
Se arrancaban los dedos a mordiscos
y el gotereo de sangre, aún así
los delataba
en el ser-en de lo oscuro.





23-7-2002




Antología





*





Frivolidades




¿Y de qué se puede ocupar una crítica social cuando ha dejado de ser lo que es?: Robert Kurz






Sin crítica social nace este hombre
más canoso que jorge,
radio-martí que subvierte
en las narices de Fidel lo mismo
que en la glande de Clinton
y el culazo del Rodham puñetero;
sin crítica social la democracia
se define y se vende a $100 al mes por cabeza.
Depende de un balsero que en la base de Krome
de Florida o Guantánamo (Cuba)
diga lo que quiere el mundo bobo
(pensamiento débil) que se diga,
lo que importa a la economía capitalista
¡que se sepa! sin examinarse,
que se crea como se cree en las canciones
de mercado, o en los rostros más lindos
de la revista People o de Cosmopolitan Girls...
y, en fin, la tarea es maximar los beneficios
de la muerte de la izquierda y de la crítica.



Sin crítica social, el apoliticismo
se crece, nadie razona, ahora
ni la derecha ni la izquierda se compiten
desarmados teóricamente por los gestos
unidireccionalizados...
y nace así este hombre que llora
por un pedazo más de bistec a la semana
y un reloj suizo y un coche
y esta niña que gime por contar
con apenas cinco pantaletas y dos brassieres
y este chico, ¡ay! tan tierno,
que ya sueña con abrazar
a Mickey en Disneylandia
(¡nada más importante
para el mundo
que éso!)






El Libro de la guerra

*





Poiné




Cuando los locos son mayoría, la locura se convierte en un deber del ciudadano: Robert Kurz




Los basiliscos, o furias, me roderon
desde que dejé de preguntar
por el dominio público, mi escenario objetivo
y acepté como norma ser un cazador
de mis propios objetos fantasmales,
enseñarles la guerra, la enemistad, la cólera;
yo, un caballo de espadas,
bravura que es más impertinencia
del hombre tecnológico
que del genio y tiempo residual
conmigo mismo.



¿Dónde puede que esté yo
sino en la introversión del arquero
sin arco y sin presa al que tirar
mi flecha de poiné, el dardo vengativo,
quién soy si no el espectro
de la Era Posmoderna, en subpoena?
misma que no hallará en sí misma su testigo
creyendo apenas que lo racional es real
y lo Real racional y que ya no hay
manera de vivir, filosóficamente,
con un discurso que reviva la crítica
que alcance la comunidad,
la transforme, la crezca meritoria
y cualitativamente.


El fin capitalista es engullirlo todo
y vomitarlo y escupirlo
como Apolo que manda
sus furias y venganzas
tras la muerte de Psamathe.










Apartamentos prestados

*





Espionaje
Lamia me espía, inspecciona mis pasos.
Se esconde en las cavernas de mis introspecciones.
Fisgonea cuando medito en voz alta,
o hablo a destiempo, locuazmente,
fuera de la cama, cuando imagino que algún lugar
habrá en el mundo donde no pueda ser manipulado.
Ella inspecciona los espacios que ocupo
si estoy en armonía con los demás;
escudriña el discurso social,
busca serpientes en mis textos.
Busca sus hijos arrebatados
porque la fuente de todas las divisiones
es el Estado, el Celo que la ciega,
la pasión poseidónica que a todos envilece.




Lamia me seduce en los sueños
cuando más descansadamente me tiendo
y dormito, en diálogo con mi almohada
y la abrazo como a una niña de las cuevas
capaz de devorarme con su sexo.







*

Antología







El estado
Descrita, empero, como subversiva,
mi conducta fue simple, que llamé
a los que pude y me creyeran...
Dije: 'es posible dirigir las propias vidas',
'se te puede ver en tu hermosura
sin que tengas que vivir en escondite'.



Tú eres, para mí, una vírgen serpentina,
cueva de gnomos, tesoro bajo tierra,
autogestión de quien busca su Luna,
vínculos que armonicen con la Tierra nutricia.
Tú eras Sybaris, Ix Tab, tú eras lo Oculto
eternamente bueno, el sub-divo generoso
que no se reducirá jamás
a la autoridad institucionalizada,
endiosada, de los dueños del Estado
y la economía totalitaria posmoderna.



... pero, aún así, llegaste, Lamia,
alcahueta de no sé qué otros demonios.
Me rodeaste de sicarios que vigilan y controlan,
pusíste en tu servicio a todos
como Guardias, Ejércitos, Gendarmes,
artífices de falanges y crímenes;
me díste oficio de martirio, rutinario,
me llevaste a una cama de hambre,
y podredumbre, me envolvíste en la colcha
de una lujuria que no cesa ni en las publicidades.
Me raptaste los ojos y el descanso.
Me negaste el uso de espacio.
Un aparato de controles y trámites
lo llamaste mi mundo, Existencialidad.
Lo hiciste mi estado de vigilia...
Desde entonces, Lamia, no te amo.












La fruta saboreada

*


Etnocidio







Muy poco o nada se ha hablado del etnocidio, mecanismo de desarraigo cultural que azota la mayor parte del mundo:
José Javier Esparza






Lamia, tú me quitas los niños,
te los llevas a las cuevas de Libia,
o a los predios de Locri, los revuelcas
en las lacras de lamie, los devoras
a lamidas con espadas y fusiles,
disuelves a caspucias
su especificidad innata, su folclor,
su gracia étnica, los encubas
en tu proselitismo de sangre.



Lamia, te metes en el sueño polifónico
del que no concibe la vieja colonización violenta
y avanzas, con tu hermosura, pacífica y mercantil,
y destruyes con tu nueva dinámica homogeneizadora;
pero no engañas a nadie, Etnocida,
igual matas y pones el hombre contra el hombre.




13-8-2002





Transformación infantil

*




Los lémures







Los 'otros', sí, son 'malos', pero se les puede 'mejorar', obligándoles a transformarse hasta devenir idénticos al modelo que se les impone; el etnocidio se impone por el bien del salvaje:
J. Javier Esparza





No tengan miedo
que no hay más lémures
ni larvas de venganza
ni penas infernales
que sus propios suspiros y congojas,
que la aflicción que mide su memoria
antes de la Februlia que a todos purifica.




No se aferren a lágrimas ni a lamento
porque el hombre tiene
sus puentes de conexión
que son divinos,
que mejoran,
que redimen,
que elevan,
que enaltecen, hermanos míos.
Anima en pena, acaso tu corazón,
eres el lémur.
Aún tiene miedo.
Tú eres larva irredenta,
tú, ajeno estás aún a los favores de la gracia,
el ausente eres de la unidad
en la Humanidad Universal, abstracta,
y convocado fuíste a bendiciones,
cuya dignidad es el poder y te redime
y te da la autoridad, el éxito, el beneficio,
el lucro de las usurpaciones.




Pero Dies Pater, februs, en el mundo exterior,
te apida, analfaburro, él te dará prosperidad
y ventaja, te hará virtud ante las causas tristes.
Te mostrará al causante de tus lágrimas.
Te enseñará a llorar cuando no sabes.
Te enseñará a reir cuando entristeces.
Somos los maestros verdaderos del disgusto.
Tú, pobre indio, ¿qué sabes de la memoria
y el pasado que no habitas?




Tú tienes únicamente
recuerdos, lémures que te invaden
y te asustan, tú no sabes sobre la dignidad de Dios
en tí, tú eres la rémora, el dolor y la tranquilla
a tus propios progresos, tú, analfabestia,
no sabes de la Luz platónica, te gustan
las cavernas como en Libia y en Locris.



Dáme tu mano, hermano mío,
que la Februalia viene, dáme tu desconfianza
y transformaré, con caridad, tus escrúpulos.
Dáme tus lémures, tu identidad precaria,
y te voy a convertir en modelo planetario,
occidental, de la Dicha,
la Sota con Espadas.





10-9-2002













Epica sobre San Sebastián del Pepino





Las reses





*


Unidad de la humanidad














Natural convergencia de las culturas en el sistema occidental: matriz ideológica del etnocidio:
Jean Maularie






Al principio creí que me vinculaste a lo Eterno.
Que me díste bautizo para el dolor de la carne.
Que mataste la muerte en cada latigazo.
Que te llevaste lo siniestro a dentalladas.
Que en tu pequeño grupo, selecto,
estaban los virtuosos de la tierra.



Creí en el Sino, en el marzo amistoso,
en lo Santo del Obispo, en lo devoto del claustro,
en la Capilla, en las rodillas peladas,
en el bautismo que limpia, tus februalias.



... pero ví a los mercaderes en el templo
y los porcentajes más nimios de Tu Mundo
(la burocracia autoritaria)
comiendo de las grosuras de abundancia
(el 60% de los pobres del planeta
mendigan su 5% de miseria y producción)
y, por su queja, los menosprecian,
los empujan, los exilian.
¡Los matan!



Y ya no quise más esa migaja unitaria
de mentira, tu robo, mi apuro, tu síntoma,
el supremo instante, tu causalidad
transformada en situación violenta,
mi legado, mi objección al destino.
¡Tu capitalismo!



Desde entonces, no creo en tus clases dirigentes
ni en las panaceas de vitrinas de progreso
que en tu nombre y templo se levantan.
Ni creo en la ideología humanitaria
que promociona tus luchas contra el hambre
ni tus donativos para las modas de altruísmo.




No creo en la dignidad humana que prometes
al salvaje, al jodido, al analfabeto.
Tu unidad de humanidad es mi despojo
como ser identitario. Tú me desapareces,
me matas con cuchillo de palo,
con un beso de mi boca
a tus crucifijos, talismanes, fetiches sacrílegos
de prostitución e idolatría universalizadora,
matriz ideológica de mi propio etnocidio,
me tienes en tus manos, me desapareces
del mapa, dices adiós con mi cadáver
a diferencias más honestas con el mundo.








Antología



*







Espectáculo y normalización





Ahora, ¿por qué tendré que arrodillarme
ante el Chavo del Ocho de las cursilerías,
oler el pedo de la linda Lucero,
creer que Raúl Velazco es un iluminado?
¿Por qué dar mis obediencias al mayor merolico
del mundo, Don Francisco?
¿por qué sintonizar las ínfulas cubanoides
del mundo occidentalizado con Cristina?






... pero estoy en la fatiga, con un Ocho de espadas,
en el mes de Ceres, en la gula,
en el rumbo romano del olvido.




Hoy me duelen todos los momentos decisivos
y a nadie tengo, sino a la habladuría,
gente que condena mi instante sicológico
desde un pórtate bien, escucha a los gurúes,
cree en la Viagra, en los polos perennes
de lo Viejo y lo Nuevo. Ninguno hay
que comprenda la erosión de mi alegría.
¡Que ya no quiero vivir,
que ya me hartaron,
porque soy un hombre marginal
cuando no quiero serlo y sólo heredo
los azotes de Egipto,
el Orco de 136 lugares de castigo,
el infierno de cinco ríos de muerte!








UNIVISIONES.




3-9-2002







*




¡Mi queja!
¡Es que yo no quiero ser un indio!
Yo quiero el omega de la mercancía.
Que traigas un televisor desde el exilio
y los vaqueros y la salsa y los corridos,
un montón de películas de cable,
una jungla de baile raggetones,
una canción de Britney Spears,
los conciertos de Enrique, los Tucanes
y los Tigres del Norte
el ogro filantrópico, transmutador, la magia.





Yo soy moderno, pa', tú eres de los viejos escalones,
no me das dignidad, tú no progresas.
Eres peludo, anacrónico, pendejo,
tú eres alineal, caótico, proteico,
tú eres libertinaje, prejuicio, la avaricia,
espartano, duelo, tristeza, pena,
tú me amenazas, estanque, me enzorras,
me aburres, me apenas.













Cazador silencioso







*


¡Me vale madre!
Ahora te callas, hijo(a) mío(a).
El tiempo avanza y te compré esta the plasma screen
y esta pared de fantasía; el tiempo irá acumulativo
y, si me quedo atrás y no te explico, me vale madre,
ve lo que quieras. El hombre occidental
será el maestro, yo me rompí los huesos
por darte la luz de las esferas;
yo no quería la sombra, pero ví estos fantasmas,
haz con ellos, a capricho, lo que quieras,
pero vas a ver el desprecio de tí mismo
y los otros, su modelo distinto
al de tu madre y tu tribu y tu abuela.





¡Tráele una cerveza a tu padre, mijita,
no repliques y cállate, surtí tu paraíso
con la tele, traje lo que dijeron en tu escuela!













*







Las prostitutas




a Rocío






Cuando saltas delante de mis ojos,
cuando irrumpes, ente manifiesto,
y das en las pupilas,
eres un golpe de la brisa con aroma
y una mariposa y una noche y me encantas.
Por lo general, evocas el perfume
y la tibia forma del muslo
y la armazón de huesos
relajados y fluídos.




Tu estómago cubrirá mi piel
como arcilla que se lava en barranqueras,
o cascada que baña dulcemente,
aunque huelas a yagrumo a mis espaldas
y te pierdas como gacela, apurada
por tu rumbo de malezas o escondrijos.




No me gustas por eso
porque te vas y tu encuentro es más breve
que el silencio y menos duradero que la aurora.





... pero me gustas, zorra,
porque conservas la astucia de vulpeja
y husmeas la madriguera de la calle
en la ciudad mundana y en la plaza
del cuidado circunspecto, te temporas.
Te surtes con vestidos de lujo
y de marrana, si te place.
Te engalanas, asqueada
o cómplice, del orgasmo ajeno.
Te obsequias provocante y provocada.
Azuzas con lockeano sensualismo,
te enciendes como motor de sexo, talonera.




¿Pero dónde, mujer, serás tú más amada?
Me gustas, nulípara, y no quiero pagarte
porque en tí está escondido todo lo que quiero
primariamente mío, hormonalmente santo,
tus críos con su lenguaje puro
a menos que los vendas,
lo mismo que a tu cuerpo.





Te hallaré como el zorro
que no vende ni compra su presa.
La persigue.
Se cerciora si conservas o escindes
tu luz de fe y malicia,
tu fuego-amor e instinto,
tu pez ígneo de lealtad
en los montes sagrados de los días.





No vayas por fuego fatuo y por ventaja
a los ojos del salvaje, que él no paga;
él muerde, acosa, organiza,
desespera, se angustia
y en su mundo no existen las monedas
ni el fascinum ni el escarnio;
no pagará las deudas no debidas
ni fundamentadas,
menos al nacón de las monedas.




Como el salvaje, satisfecho del rito
pezuñas clavadas por astucia y por deseo,
soy el preguntante del te quiero.

Que la necesidad carece de ley,
pues me gustas por necesidad y por ella,
desde ella, contra tí y tus pareceres,
voy a zorrearte
con colmillos debajo de tu ombligo,
venceré la urdimbrada de tus noches.
Con hocico agudo lameré de tus tetas.
Donde tengas un corral, destenderé
tu cama, rasgaré tus máscaras,
por olor puro de tu aliento,
por sudor sagrado
de tu sangre, vulpeja.



Que la necesidad tiene cara de hereje.
Que huirás de mí, que no querrás aullido
entre los pobres, alarido en soledad
de madriguera, ¡pues, pobre de tí
y tu oropel y tus tesoros de recompensa
en numerata pecunia!
vanas cosas son
si un salvaje te descubre,
que no sea yo,
que voy a preguntarte si me quieres,
que voy a subirme a tus muslos
y tus nalgas hasta que pierdas
el cobre y te delates
salvaje o malnacida
del estero
y el pantano.









13-4-1975






Antología







Moral values





«Of the 22 percent who ranked moral values the most important issue, 78% voted for Bush»:

Edison Media Research / Nov. 8, 2004








Buscamos un hombre
(de toda nuestra confianza).
Un republicano compasivo,
uno que entienda
que estamos con la vida,
el pan de Cristo,
Pro-Life es fe,
el aborto ilegalizado, ideario.
Impugnamos la biología que nos asocia
a vulgares simios, a evolución
de engendros darwinianos,
a crímenes in vitro.




Somos espirituales.
Odiamos el desamor.
Un millón trescientos mil estadounidenses
en prisiones es una desgracia,
pero es necesario.
Hagamos lo que es conveniente.
Protejámonos.
Venga pues un líder valiente, imprescindible
y que nos diga:
«Ellos son realmente perversos;
80,000 mujeres en cárceles locales,
sí, las hay,
pero ellas son realmente odiosas;
tenemos 101,179 prisioneras
y la cifra aumenta
a niveles federales y ritmo récord,
pero ellas son las hijas
de la Samaria putrefacta,
entes babilónicos e impíos, Grandes Rameras.




Uno de cada 100 hombres en Amérikkka
no respetó la ley
y está en la cárcel, ya abandonaron
nuestros valores compasivos,
pero no estés triste...
we are the only ones
who represent the deep-hearted compassion».




Buscamos un hombre que esté listo
para echar sus intensos bombardeos
cuando vengan las guerras culturales
y se admitan migraciones y, sabemos,
el irlandés fue el primero
que gritó en nuestros predios,
junto con el católico italiano,
y recibieron el apoyo presidencial,
del Kennedy católico.



Nos hemos apartado, Dios mío,
del cuaquerismo hooveriano
y de las good ballot-box decisions.
Hay que decir «No» al marica-maníaco
que se casa con otro
y quiere bendiciones a sus nupcias,
a la lesbiana, ¡a repudiarla!
a los científicos que juegan
con las células-madre
y las mitocondrias, ¡al tubo!
al artista que quiere su arte-porno
que no sea con fondos federales.



Quienes no van a la Iglesia que no voten,
que no enseñen a los niños;
serán malos maestros.
quienes están en prisiones, por delitos,
muéranse de una vez, mátense entre ellos,
pero no detengan la democracia que tenemos.
¡No obstaculicen la búsqueda del Líder Necesario!



Del libro inédito ¿Por qué nos odian tanto?, de Carlos López Dzur








La muerte




La UNICEF ha dicho que las vidas de más de 1.000 millones de niños están en riesgo debido a la pobreza, la guerra y las enfermedades, con uno de cada seis padeciendo mucha hambre, uno de cada siete que no tiene acceso a cuidados de la salud y uno de cada cinco sin acceso a agua potable: Barbara Stocking, directora de la agencia humanitaria Oxfam










La muerte definida
como un golpe organizado
uña filosa que se hunde
en la molleja, en tu ser en la carne,
todavía no me asusta
aunque me arde y muerde
con su gusto de araña venenosa;
la muerte me ha llamado
desde su democracia mercantil
y su imperio totalitario y caníbal.




La muerte invocó mi nombre
antes que yo tuviera cuna y un seno
de reposo, con el rítmo cardíaco
de mi madre; me llamó
aún antes de hallarme con un beso,
me sedujo antes de encontrar
el romance con las formas bellas
de los huesos y las curvas tersas del amor que madruga.




La muerte definida
como contexto cotidiano y escenario
me hizo una estrella apagada,
volcán sediento, estanque que se perdió
en el monte de las ciudades frías,
montículo de referencialidades
soterradas, muertas en hipertextos.





No puedo temerla, aunque tampoco amarla.
La muerte se compone de millones de hambrientos.

En el año 2002, fallecieron 10.5 millones de niños
de edad menor a 5 años y a sus países
los llamé 'mis hermanos terrritorios';
yo creí la hipocresía / ingenuidad de llamarlos
criaturas, copias de mis ojos pequeños
y no pude hacer nada, sólo llorarlos inútilmente.
Otros 45 millones de niños morirán
en los países en desarrollo desde ahora
hasta el 2015 y no tengo nada que darles
sólo una frazada y envolverlos
en el adiós de mis lástimas.






A mi país, USA, le duele invertir el 0.14%
de su ingreso nacional para la ayuda;
la muerte humanitaria no es tan generosa,
se cercena la mano como el donante menos pulcro
y por esa razón, como los muertos de otras tierras
yo me llamo el más pobre, el muerto
con menos abundancia, el cadáver menos solidario.






2.

A veces la muerte es amorfa,
mercado de todo y nada,
disparate de muchas piezas,
originariedad desnaturalizada,
quincallería de golpes, decepciones,
caídas y fracasos, desespiritualizado acaecer,
sórdida arritmia, ética maquiavélica de angustia.




Antigualla de nihilismo, demagogia neosofista,
epítome del desgarramiento político del verbo,
mentís aparatosa de inmanencia, sepelio del alma.
Mecanicidad del ser, externa teratología,
egolátrica internalización de causas,
te saludo en miles de estadísticas.
Te computo en el asco de mi vómito.
Te esputo con ojo de buen cubero cálculo.





A veces la muerte quiere olvido
en síndromes de células.
Quiere una voz parkinsoniana.
Quiere llevarse a los héroes que admiro,
a mis amigos amados, Cecilio.
Se los lleva vistiendo de temblores
a mis ángeles, con argucioso plan de olvido
porque ellos se aferran trágicamente
a la memoria de sus cuerpos,
a lo abyecto y sublime que simultáneamente
se conjuga, para dar un Soy poético a la tarde,
un Seré mañana al placer de la noche.




En mi patio americano, a orillas
de mi casa, hay 1.5 millones de seres lamidos
por el mal de Alzheimer, dementes que forzó
la muerte a beber de su copa.
Ni el Exelon los salva. La muerte viva
es demasiado caprichosa.
Mata, más alevosamente, que los coches
que se enloquecen en la calle velozmente;
asesina más fríamente que los homicidas.
Nueve mil hombres, que no tenían
más de 70 años, cayeron en mi patio.
Una muerte parkinsoniana les pidió el voto;
los robó, con ilusiones de cura,
pero se los tragó como Seol inmensurable.






3.

Continuará










Las reses



*


En vísperas de un viaje...









a Juan Mari Bras, patriota puertorriqueño





Desde niño
por decencia de mis años
y el soluto,
por nostalgia de la luz sagrada
que en tu voz y en tu presencia se preservan
por los siglos,
te busqué en las calles y en las marchas,
en ríos de piedras, en Claridad,
en noches de ojos y oídos nutricios y abiertos.
Te predije donde está la tarea
de los sabios desocultadores,
los poetas antes y después
del Gran Crepúsculo.
Contigo se progresa con fiereza
y el corazón se vuelve grande como el tuyo
y se crece con ambición de libertad patria
e internacionalismo.
Redefiníste para mí el espíritu y la bestia
(la menos sumisa de las panteras eres,
el más bello de los tigres de la aurora:
padre salvaje, sol de la patria);
y te he respetado así, Juan Mari,
como un lomo con músculos de estrellas,
el instinto que enriquece cada instante,
el escudo contra golpes blasfemos y viles
en la sombra, lámpara y faro
que aceita adrenalina en los hijos desorientados
de este pueblo que resiste, puja y sobrepuja.




Has preparado a la nación para la marcha,
al pueblo que encuentra el dolor amenazante
y se estremece, aún cuando enseñas
a transmutar la fe, ilusiones y esperanzas,
en algo más que sobrevivirse,
en lento, inquieto y duro espasmo.
Lo que no siempre se supo agradecerte.



Te busqué desde niño
porque fuíste la energía de las manos
veloces y hacendosas, la construcción
más noble del valiente.




Mi adolescencia devino a las horas de estampida
y en las jaulas del estadolibrismo
echaste mucho del sol remanente, el alba en rojo.
Por eso, agua fresca he bebido de tus verbos,
no con jaurías que fácilmente
se ufanan por prebendas y colonial triunfalismo.
Cuido tus caminos, protejo con celo
tu nombre y tu ejemplo heroico...



En territorios de gesticulación oprobiosa
se habló de referéndum y en decadentes cuitas,
sin sustancia, de Alianza para el Progreso
y panamericanismo, ya sabes, ganapanes
de las satrapías, medianeros, arribistas...
que mencionaron tu nombre con desprecio.





¡Qué poco sabrían sobre tí, los truhuanes,
de tí, Zorro fecundo y pez de fuego!
que eres el alimento
más allá de los símbolos vulgares,
el pan más sabroso, casabe honesto.




Aún, mi generación se adeuda
con tu vida; mis huesos han crecido
con la consigna de alabar tu nombre.
Bendito sean los zorros de tu complexión
y cría y los jilgueros que madrugan
sin canto tenebroso y cantan la militancia
de tu movimiento, sin claudicaciones.
Bendita sea la nación que,
por verdad, origina las bestias con olfato
y la grandeza de tu felina estirpe.




No te hallé ni un solo instante cruzado de brazos.
No supíste que sería vivir indiferente.
¿De qué esencia suprema fueron tus costillas?
Que las mías han querido ser
un mínimo virtuoso de las tuyas...
¿Qué engramas con tus pistas gloriosas dejaste?
... que en todas tus pisadas veo los caminos nuevos
y las huellas para el buen hallazgo.





Contigo tiemblan los endriagos del colonialismo.
Contigo se expone el imperio en sus miserias
y depredaciones en cada nación que sueña
su destino soberano, su vocación
de justicia y permanencia.




... pero tú, camino viviente, aún si murieras,
sobrevives y estarás en la mejana de mis días
sin borrarte, sin hojarascas o marañas que te cubran.
Me enriqueces como un sueño militante
en ríos de piedras, en claridad de sendero,
y en ojos y oídos, atentos y nutricios.









Este poema fue escrito poco antes de mi viaje por razón de estudios a los EE.UU., poco antes de la década de 1980. Tuve la experiencia inolvidable de charlar con el licenciado Juan Mari Bras en las oficinas del semanario Claridad, donde colaboré por varios años.






De: Heideggerianas





*





Angustia de Occidente





Es cierto.
Hoy como ayer, estamos
a merced de la angustia identitaria,
clavados por los ganchos hostiles
de peces secos, intrusos, subversivos,
pez espadas, provenientes
del oblicuo mar de gestos y costumbres
y, once veces, con cada luna
de septiembre nos visitan,
al menos besan el miedo,
nos sofocan adentro,
introyectándose.




Fluyen desde el polvo,
se multiplican en la vibras del desierto.
En corales de cuevas y abismos
hallan su energía, su afán de avanzar
hacia nosotros y darnos su doctrina
de demonios, inoculando veneno.



El Islam que nos escama
revienta en pústulas de odio,
nuestro odio será más sabroso
que su carne, nos tiemblan
en las quijadas xenofóbicas
como memoria de ancestros olvidados,
se obnubilan y desfasan
en el iris profundo de los azules ojos
porque aunque estonios, húngaros,
filandeses, fuimos ellos, hijos de Atila,
bárbaros en la nieve de los viejos días.





El discurso occidental ya los define:
Son los Ejes del Mal.
Veneno al laicismo.
Rémora a la democracia y al honor.
Son bárbaros, matan con dagas turcas,
cortan cabezas como terribles Hunos,
humillan a mujeres,
ocultan la hermosura de sus rostros.
Son gentes con turbantes
(con serpientes enroscadas en los sesos,
con flautas sisiseantes,
magos de barbas largas y de lunas
con filo de hojalata y de puñales).
Adulteran, ejercitan genocidio
(¡pobres armenios!), te callan,
de cuajo arrancan la voz
y la vida de su canto.





Se asoman en Lepanto,
bizantinamente se aproximan
donde está tu codicia y tu tesoro.
¡Todo te quitan, todo a los viejos
y nuevos imperios coloniales,
porque no perdonan ni los rastros
de Balcanes, ni la Bosnia desfasada,
ni el albano que va, siquitrillado,
en esta otomana senda de reyerta,
matanza, angustia, capricho...






Es cierto, hijos de Occidente,
¿qué haremos con estos peces
que navegan tan fuera de los mares
desde la costa Egea del Turco
a la cuna-corazón del Niño Santo
y la Troya que arde en angustia identitaria,
nosotros, custodios de las Torres Gemelas
y de Babel del Cielo, NY, qué haremos
cuando salgan las lunas de septiembre
y once veces nos escupan
el rostro con aviones y bombazos?







Del libro inédito: ¿Por qué nos odian tanto?







*


6 de junio del 2002, Tucson



Aquí se ha perpetrado un acto terrorista.
Hallé veinte cadáveres y avisé:
¡Vengan, gendarmes de buena voluntad,
cubran esos cuerpos, patrulleros fronterizos!
Que se investigue este hecho de inmediato.





Un sol encapuchado y asesino, de seguro,
atajó sus pasos, los coyoteó en el desierto.
Esta gente que anduvo su camino
en pos de esperanza y de progreso está aquí
con huesos secos, piel destrozada,
víctima real del terrorismo,
anónimanente inerme, asesinada.




Y a una niña, con la edad de once años,
la asaltó ese enemigo, de rubia faz,
con millones de lumínicos garfios,
rayos-dedos, y fue certero
al clavar su cuchillada de sed
en su linda, inocente boca
y ya que rompió su garganta,
me estremezco.



Vinieron a Tucson por caminos
de Sueño Americano, ¡qué ironía!
y fueron torturados a 120 grados
de Fareinheit tormento.
A sólo diez días de veredas
y reincidentes desmanes,
nadie sabe del agresor,
ni el rumbo de su fuga
ni el proyecto
con que ha de proseguir
sus desencuentros.
El terrorismo está indocumentado.
¡Sí, ese Osama impune de las áridas zonas
y el Desierto!




30 de Junio 2002 | El Libro de la guerra






El pez ígneo






I am for all waters: William Shakespeare







Como el pez que se desliza
en la sal de la corriente,
yo estoy preparado para la tarea
y pregunto por el mineral más amargo de la piedra.

Yo soy la Roca que se abre
y el soluto disperso, democratizado,
y entro a las grutas, por oscuras que sean,
con lengua de fuego y doy duras palabras
como profeta que salió del vientre del océano.



Como pez, nerviosamente dulce,
a ritmo de las aguas del riachuelo,
también soy el consuelo:
veo los cuerpos, flores primorosas y frágiles.
El ajetreo del alba me conmueve.
Entonces, auxiliar es mi oficio.



Más densidad hay en el fondo del mar,
les aseguro... más violentas son las olas
en las superficies.







3-6-1990 | El hombre extendido








Hormon: por mi parentela
El mensaje que salga
y visite epitelios que aún digan
hola, aquí estoy
con la boca sincera, expectante,
asaz con regocijo y mecanismos
con sus mil bienvenidas.




Esta gente me alboroza con sustancia.
Llena mi corazón de melodías.
Que me digan te quiero es trazar
el alcoiris, sumar mayor sentido
a los mandalas y las geografías.




¡Ay, vengan los entes sustanciales,
que yo no les olvido,
venga mi gente del bohío!
Son mis isleños corpúsculos, fluyentes
en mi sangre, islotes con sus milpas
sobre el lago, zorrillos y panteras
en mis montes, los sabios de carlinga!








Diciembre 1995

La mala semilla


Deslumbradas, pobres chavas de Piaxtla...






... deslumbrada, una que otra, ya quiere
darse a él, con prueba de amor y todo,
la cola le manea, en patitas se trinca
y él la tontea, promete a mares,
presume
y al fin la tiene.



El es broncudo, mañoso
y su bigote negro la encandila
y con botas y pulseras la apantalla...



Este sí que trajo camioneta
y chamarra de cuero
y pantalón de mezclilla
y esclavota de plata
(¡ay, pero que no sepa, trajo SIDA!)




Oro perdido
El futuro es de ellos, los jóvenes;
por eso los ranchos
como a dioses los recibe,
los espera con amor la ruralía...
... a estos chaparros que se fueron,
a estos héroes que, vencieron la muerte,
tendida en cruces y coyotaje en los cerros...
como miel de las ferias se les nombra.




En los palenques son cumbiangos
y gallones y las chavas les buscan
como al oro perdido y la esperanza
y por el Santo Patrón y el Niño Cristo,
son flor y venero de los patrios días.



Y la esposa lo sabe y la madre y la hija
y les gusta escucharlos
porque bien que se jactan
(deslumbradores, deslumbradas)
... que Tío Sam les hace los mandados
y que al Norte, vencida la cruzada
y el riesgo del coyote, lo han metido en cintura
(¡ay son chingones, pero ya tienen SIDA).








*




El nuevo visitante
Basta saber que al bracero
que cumple con el jale
se le paga en dólares, señores,
y si vence la nostalgia
tiene para el regreso y cumplir sus sueñazos
como el Rey del Tomate
(¡ay, pero que no se sepa que hay noches
parranderas con los jotos y las hembras
de los bares, y una semilla mala
que se mete en la sangre...
ay, que no sepa, del SIDA de la muerte,
el nuevo visitante de las ruralías!)








3-11-1992 | El hombre extendido







El oficio




Yo nací con pala y oberol
y las manos rudas me las dio
mi padre por herencia.




El me enseñó a soñar que edifico
una casa, que forjo una muralla
y tiendo caminos.
Entramo al pastizal con las varillas.
Desde chico, aferro mi vigor
al gran cepillo y al cedazo y sé secretos
del cemento, cargo fardos de cal
y en arena los vierto.




Soy uno de los sabios del hormigón armado
y, por hormonas, tengo una pizca de sílice
y sudor en mi frente y el color del sol que arde
y hábitos de madrugar a las 5:00
y ver un poco de estrellas
con mis ojos y al aroma del café
sorprenderlo, temprano, antes de irme...
con mi padre a mi lado.





Joven desempleado
En días como éstos, sin trabajo,
ya nadie nos cita, ni a él
ni a mis hermanos.




Sin oficio de subir por andamios,
vienen otros, ráfagas noveleras,
sin mi sabiduría de zorro de la arena,
sin mis artes de amarrar el acero.




Otros que no trepan escaleras
ni levantan paredes ni encofran en madera
la sustancia que estructura
su invención a los aires,
su esqueleto a los vientos son los intrusos.




Otros que no zanjan su diseño de piedra,
raiz de los cimientos
y que, aún con pálida piel, son viciosos,
lamen el cansancio, están cebados de lentos pasos,
débiles en aliento.
Vienen y decretan mi vergüenza, yo soy el torpe
y desafortunado, el joven sin futuro,
el sujetos de escarnio.









Menosprecio




¡Están vestidos de solvencia y ropa nueva
y no saben lo que sé,
que yo produzco el ladrillo y mido los espacios,
que una casa construyo para el pobre
lo mismo que las grandes obras públicas
del pueblo o el burgués extranjero.



Tengo un arte imprescindible y necesario.
Dialogo sobre techos o bajo a subterráneos
y subo por peldaños de viviendas y mansiones
y sé secretos del puente y del empañetado...



... llegan, empero,
cuando estoy con las manos caídas,
inútilmente quieto, sin tareas,
sin cine, sin domingo, enzorrado
y me quitan la novia y el orgullo...
y estoy triste por eso, sin poder evitarlo
y quiero irme a no sé dónde
y no verlos
ni escucharlos.









12-3-1988 | El hombre extendido





La basura







Esta basura que recorre la calle
con más prisa que yo
es una angustia que apenas descubre
su desquite, una voz que busca
un tarro en el cual enterrar
su ser sangrante y finito
y cerrar sus silencios y ganar el olvido,
cadáver insepulto que aún conserva
sus hábitos mezquinos de amargura,
su instinto de invalidez y acoso,
su agresión inacertada
contra no sabe quién.



La basura es un cadáver que sigue
estúpidamente su camino.
A veces cuando llega y se encara
con la plaza, escupe y tira el odio,
su afana en ser el despojo del tedio
y se torna como defensa navajera,
chicle y flema, excedente y capricho...




Cuando más sedienta la peatonada está
(no sé bien de qué horizontes)
tira la Cocacola, el utensilio, el vaso
(su refresco, la fiesta del gaznate),
todo, en esencia, es la nostalgia
sin dulzura, todo se esputa y se derrama.




Un malogrado fruto del añoro
es desperdicio, sed que nunca se sacia.
En las calles, el agua pura y cristalina
se mató en un zanjón lleno de cieno.


Ahí va sobre la calle, me dijeron,
mi cigarro, Alas de una humareda
apresurada, el fastidio, el estrés
cotidiano de los días, ahí va todo
con el moco y la tos de los enfermos.




Todo se tira con la bolsa del mercado,
todo lo que no se quiere
y se está obligado a consumir
con el tácito desprecio del salario.




Ahí va, echada al rodil de los pasos
y al rabillo de los ojos, el ritual
de las necesidades y el consumo,
su torpe monumento de basura
y es como el odio que tira su envoltura
y se echa a un lado y el cadáver avanza
y sigue por orillas con su fea presencia...








1-5-1995 | Tijuana, dolor de parto






Los 69




Sesenta y nueve de cada cien mil jóvenes
de San Francisco han rezado por sus vidas.
Visitó el templo de sus cuerpos
como alma predecible y diminuta
una bala, utensilio sacro de la hombría
y el santo mal de la bronca, el lucro
despiadado que no se rinde al progreso,
sin en rap de la muerte o el golpazo.




Es que sin pistola no hay bautizo citadino.
Es que sin revólver o cuchillo
no se dice soy sabio en la búsqueda
del pan y el beneficio.
En esta tierra de ilusiones y complejos
hay que tener estilo y tronar,
ah que no, pistolita?
y ser joven es sólo anticiparse a la ocasión
de consagrar la ostia y desangrar el aliento.




Bendita sea la calle
desde la sala de emergencia,
aquí que se ve el Cielo
desde una cama, tendido,
con el vino del suero
en las venas o en los labios.




Aquí se aprende a rezar
y a despedirse y se observa el dolor
del tamaño de la Santa Bala
que se jala con pinzas y escalpelos.










3-9-2002 | Libro de la guerra




Olores de bohío


No sé por qué vacilará un recuerdo.
¡Yo que tanto quiero a las memorias!
Olfato habré perdido de seguro.
El amor tiene su aroma básico de urea,
sol en las axilas, olor a trópico,
sudor a las sombras del meandro,
sangre de playas y lagos de catinga.




¡Ay, amor ligado a mí, desde el ombligo,
aunque yo estoy ausente y opaco,
por las lloviznas de primavera te rescato,
por los caminos de curvas sendas
hasta el Guacio, te sigo.
Desde un monte calizo de pepinos,
te contemplo, desde las bendiciones
del origen, te evoco,
porque no quiero pensar que me olvidaron
o que yo soy el ingrato que te olvido.
En mi cuerpo, como hormonas te vacías...










12-3-1988 | El hombre extendido

*






Gabriela crece
La palabra que te dí, mis emociones,
la presencia que me pertenece
porque soy tu padre y lo real del ángel
que me fue encomendado,
aún la celo, las sufro
en el proceso de tu crecimiento.




Soy el ángel Gabriel de tu bautizo,
la mitad de tu signo, hormona
del fuego que alabó tu casa.
Yo te dí el nombre.
Con mis manos te acerqué a mi pecho,
te cambié los pañales.
En las noches se conmovieron
mis ojos examinadores por tu causa.




Investigaba si tendrías hambre, sed,
calor o frío, cólicos, dolor, ganas
de mimos, si orinaste, si te cagaste
encima, si soñaste algún miedo
de los días; yo te enseñé a jugar
con mis narices y apretar mis dedos;
te celé los primeros llantos
al lado de tu madre cuando te daba
el pecho, te dí los Gerbers,
te puse el bobo, lavaba tus chuupetes
y no dormía hasta verte en silencio
y plácida, gozosamente rendida
de mi amparo, te besé tantas veces
diciéndote: ¡ay, bebé mío,
eres mi ángel!




Divertías, no sé, cómplicemente,
mi olor paterno, mi instinto
de sonrisa; te hundí en lo menos profundo
del gemido, criatura natural, Gabrielita.
Te puse dentro de mí antes de transferirte
a mi orgullo y a la ternura aterrada
según fuíste creciendo porque pensé
que van a llenarte de otras cosas,
ajenas a las mías, te mudarán
donde no soy la autoridad perenne,
sólo el ángel que desaparece
y se distancia para que tengas albedrío
y recojas a tu gusto lo que deseas
del mundo y puede que, en medio
de utensilios y entes a la mano,
ya no cuente, ya no sea
la parte cimera y confiada
del antojo.






En fin, todavía celo
la palabra que te dí, me aminoro
cada vez que creces comundanamente,
apetecida, apeteciente, soluta
con entes extraños, intramundanos.
Te pierdo y da temor y duele.







Del libro: Las zonas del carácter





*




El raptor impune
Llegaron a verte, Gabi.
Hoy entraron por la puerta ancha.
Calcularon que no estoy,
dieron su golpe, alevosos.
El espía celoso que te quiere
ya está ausente.




Se aprovecharon.
Te imaginaste más sola
que cuando yo te bañaba,
o te cambié los calzones, o te llevé
a la escuela y te celé los pasos.
Te imaginaste molida en todo olvido,
extraviada en cada memoria herida
y destartalada; te engañaste
por el derrumbe de tu casa.




Te olvidaste que te dí la cueva
de mi gozo como tu madre diera
su vientre, pujándote a la vida,
con suspiro y llanto,
abriéndose el abrigo del espacio
y cerrando el ciclo de su útero
para ambos decirte: ¡Seas! ¡bienvenida al mundo!





Estuve allí, barrigón y con antojos
por la espera y alegría,
ahíto de cantos, metáforas,
espeso y ancho por herencias posibles
de los himnos, orondo por causa de tu vida.



Yo no sé con qué moral fundaste el ego,
te aupaste contra mi olvido, pero yo dije:
Hija por siempre y tú, fantasma sociológico,
te fugaste con el primer capricho,
¿qué importa si no estoy? quisíste
el abandono, borraste mi presencia.
No consultas, no preguntas,
y por eso llegaron uno y otro.



Llegaron a verte y la puerta ancha
es mi homicidio, me han burlado.
Tú eres la que blandes el cuchillo,
¡tú la homicida! te escondíste
del primero que te quiso
y el último que se atrevería
a olvidarte... habría sido menos duro
si dijeras, aún cuentas,
te llevo conmigo.







Del libro: Las zonas del carácter





ACDNET / Editorial brasileña